Sama Bilbao y León es, desde octubre de 2020, la directora general de la Asociación Nuclear Mundial (World Nuclear Association), con sede en Londres, y es una de las voces autorizadas si se trata de hablar de energía nuclear. Teniendo en cuenta que España afronta, si nada lo remedia, un proceso de cierre de sus siete reactores —en cinco centrales— entre 2027 y 2035, su perspectiva resulta especialmente valiosa para comprender las posibles consecuencias de esta decisión estratégica. Una entrevista de Bernardo Sagastume.
– ¿En energía, se definiría como realista o idealista?
– Muy, muy realista. Absolutamente realista.
– ¿Y el Gobierno de España es realista o idealista?
– España no tiene un plan realista ahora mismo para nuestro futuro energético.
– La versión del gobierno es que los operadores no quieren continuar, que no han hecho petición expresa acerca de esto y que entonces han aceptado ese cierre de forma pactada. ¿Es cierto este discurso?
– Bueno, no sé si soy la persona más indicada para hablar de esto, pero la información que yo tengo es que el Gobierno de España, en el PNIEC (Plan Nacional Integrado de Energía y Clima) prevé que las centrales nucleares en España se cierran, empezando por Almaraz, en 2027, y acabando por Trillo, en 2035. Entonces, cuando el gobierno decidió moverse en esta dirección, hubo una conversación con las compañías eléctricas para, de alguna manera, organizar ese cierre de manera escalonada y para que fuera más o menos minimizando el daño económico y a la red.
-Hay 31 gobiernos que se han comprometido para una fecha relativamente cercana, como 2050, a triplicar su capacidad nuclear. ¿Cuál sería el costo que tendría que pagar España en caso de que finalmente se produjera el cierre de sus centrales?
– Yo no le lo puedo decir en números, en euros. Pero, obviamente, habría una pérdida de instalaciones industriales, que tiene un coste. Lo que realmente me preocupa es la inseguridad energética que veríamos en España. O sea, deshacernos casi de un plumazo del 20 % de nuestra electricidad, que es 24 horas al día, 365 días al año. Yo creo que va a traer unos costes enormes desde muchos puntos de vista. Por ejemplo, si estamos hablando de pérdida de competitividad, las industrias, los comercios que están en España, si no tienen acceso a energía abundante y barata y fiable, van a buscarse otro sitio. ¿Entonces, adónde se irán? Pues adonde la tengan: Francia, Suecia o la República Checa, donde sea.
– O Italia, parece también.
– O a Italia. Ahora mismo en Europa, España es una excepción a la regla, es una isla.
– Como se decía antes, la isla energética. Pero ahora es una isla en cuanto a políticas energéticas.
– Es que, si uno mira los países que son parte de la Alianza Nuclear Europea, estos son los más importantes. España corre el riesgo de quedar aislada en política energética. Si prescindimos de la energía nuclear, que aporta estabilidad de precios, dependeremos del gas natural, con precios muy variables, aumentarán las emisiones y se dificultará el cumplimiento del acuerdo de París. Y el riesgo de suministro. Lo hemos visto ya en el año pasado, cuando en varias ocasiones hemos estado al borde de no poder mantener la red, cuando se ha pedido a algunas grandes industrias que detengan su consumo. Todo esto es un suicidio energético, que va a desembocar en un suicidio económico.
– Como sabemos, en España hay una base muy firme en torno al 20 % de la energía consumida que proviene de fuentes nucleares de los siete reactores en cinco centrales. En otros países esta proporción varía, Francia como ejemplo casi opuesto, y en el medio hay muchos otros. ¿Desde su óptica, cuál sería la matriz óptima del mix energético? ¿Es una decisión meramente política o habría que dejarlo librado al mercado, a las preferencias de los consumidores?
– Yo creo que no hay un número que sea óptimo o no óptimo. Depende del país, de los recursos naturales que tenga, sus interconexiones, etc. Obviamente, incide lo político, o el apetito que los ciudadanos tengan por un tipo de energía o por otra. Hay muchas razones. Países como Suecia hoy por hoy tienen una energía, un mix con 90 % renovable o 90 % sin carbono, porque tienen muchísima hidroeléctrica, muchísima nuclear, y luego sí tienen renovables y otras cosas. Entonces, claro, no todo el mundo tiene los recursos que tiene Suecia; hidráulicos, por ejemplo. Pero lo que sí es siempre necesario es hacer un estudio serio del sistema entero. Lo que no puedes hacer es decidir cuál es la solución y luego diseñar un sistema que se ajuste a la solución.
– Sería como la cama de Procusto.
– Exacto. Ese problema lo hemos tenido en muchos países del mundo donde nos hemos equivocado. No sabemos la diferencia entre el objetivo final y los medios para conseguirlo. Por ejemplo, digamos, en Europa. En Europa, durante décadas, nuestro objetivo teníamos el objetivo de decarbonizar, pero el objetivo era alcanzar 100 % renovables. U 80 %, el número que fuera. Y se debería ver cuál es la combinación perfecta para cada tipo. Entonces, si el objetivo es descarbonizar, entonces evalúas tu sistema y ves “necesito esto, esto y lo otro”, y veremos, en algunos más renovable, en otro sitio más nuclear, ya veremos.
– Ha cambiado la percepción acerca de la energía nuclear en todo el mundo. ¿Qué cree que ha sido lo determinante para que haya experimentado este renacimiento, este verdadero auge que estamos viendo?
– Soy un poco reacia a hablar de renacimiento porque la energía nuclear ha sido, durante los últimos 40 años, la primera fuente de energía sin emisiones de carbono en los países de la OCDE y la segunda a nivel mundial. Lo que ha cambiado es el reconocimiento de su valor. Hay tres factores determinantes: la lucha contra el cambio climático, por ser una energía sin emisiones; la seguridad y la independencia energética, que volvieron a cobrar importancia con la guerra de Ucrania y la volatilidad del gas; y el acceso a energía abundante, limpia y asequible, fundamental para la competitividad económica y el desarrollo socioeconómico. Un toque de realidad, porque finalmente nos hemos dado cuenta de que el crecimiento económico, el desarrollo socioeconómico, está íntimamente ligado al acceso a energía abundante, limpia, barata, 24 horas al día, 365 días al año. Cualquier país que quiera ser competitivo desde el punto de la industria, el comercio, el desarrollo y el progreso, necesita tener acceso a energía que sea abundante y barata y, por supuestísimo, limpia.
– Se habla poco del papel de la energía nuclear en la cogeneración. ¿Qué tipo de aplicaciones hay, además de la propia generación en sí de electricidad?
– Pues es una faceta de la energía nuclear poco conocida. Nos encontramos en un momento donde estamos intentando electrificar todo. Pero, aparte de esto, hay industrias que va a ser difícil electrificarlas en su totalidad. Entonces aquí es donde la nuclear ofrece unas ventajas únicas. No hay otra energía sin emisiones de carbono que pueda hacer lo mismo, generar electricidad y calor a la vez. Porque se puede utilizar el calor adicional en una planta nuclear para, por ejemplo, lo que llamamos calefacción de distritos, en los barrios o en las ciudades que están cerca de una planta, que se calientan en el invierno. Esto sucede en Suiza, en Finlandia, en la República Checa, en China.
– Como una bomba de calor.
– O como los radiadores con caldera. Ese calor puede venir del calor restante de una central nuclear. También se usa para desalinización, para potabilizar agua donde se necesita. Por eso países como Arabia Saudí están interesados en la energía nuclear. Y luego, para la industria petroquímica, petrolera y gasista, que tienen emisiones en las fases de exploración, de extracción, de las plantas de refinado. O en las máquinas hidráulicas para el fracking. Esto se podría electrificar utilizando el calor o vapor de una planta nuclear, como ya se hace en China. También para producir amoniaco, hidrógeno o combustibles sintéticos para aviación o transporte marítimo. Muchos puertos, además, están buscando cómo conectar la energía nuclear, en pequeños reactores, para que les den tanto electricidad como calor. Mientras, ya se está mirando la propulsión nuclear como una posibilidad para grandes buques portacontenedores. Todo esto sucede hoy, son cosas que existen y se están utilizando, no son sueños que están escritos en un papel.
– ¿Los proyectos a futuro más interesantes pasan por los reactores modulares (SMR) o les falta madurar del todo?
– Hay de todo. El hecho de que los SMR sean pequeños, que tienen un tamaño menor, con tiempos menores de construcción, el hecho de que se hacen en una factoría, de que sean muy modulares, muy adaptables, todo eso los hace únicos. Pero la tecnología en sí misma no es necesariamente distinta. Entonces tenemos una pequeña ola, yo diría, de SMR con una tecnología similar a la que utilizamos ahora, que antes del final de esta década veremos ya funcionando. De hecho, hay algunos funcionando, uno en Rusia, un par de ellos en China; pero pienso más en Europa y en Norteamérica. Luego tenemos otros diseños, un poco más avanzados, más de cuarta generación, reactores de sales fundidas o reactores de plomo, etc, que no es que sean nuevos tecnológicamente, pero sí que les queda por delante más trabajo que hacer. Porque a lo mejor no tenemos la cadena de suministro para el combustible o no tenemos la cadena de suministro tan bien como la tenemos para los reactores de agua. Por eso creo que los vamos a ver más hacia la década de los 30.
– La innovación está hecha, faltaría completarla industrialmente.
– Lo que yo diría es que muchos de los proyectos que están ahora mismo en marcha, no son necesariamente reactores pequeños, son reactores considerables. Entonces, si hablamos de triplicar la capacidad nuclear para 2050 se traduce en 40 gigavatios de nueva capacidad cada año, que es muchísimo. Hoy construimos unos 10 gigavatios al año y muchos de estos en China. Lo que nos dice dónde estamos. Saltar de 10 a 40 al año es muchísimo. Convivirán nuevos reactores grandes, como los que proyectan en Suecia, Chequia, Polonia o Inglaterra, con pequeños reactores complementando, por ejemplo, en algunas de estas aplicaciones que hemos mencionado antes, específicamente para industria, para electricidad y calor.
– ¿En cuanto a aceptación social de esta tecnología, cree que se ha aprendido de errores del pasado?
– Eso está clarísimo. En la industria nuclear, en un principio, no hemos sido muy proactivos a trabajar con el público, a trabajar con los ciudadanos para que entiendan qué es lo que hacemos, por qué lo hacemos, cómo lo hacemos y que estén cómodos y confortables con lo que hacemos. Pero ha cambiado mucho en los últimos años y estamos en general todos haciendo un esfuerzo muy importante para contestar todas las preguntas y para ser proactivos, dando la información de antemano. Eso se nota en encuestas que muestran cómo en la mayoría de los países de Europa ahora mismo hay una aceptación muy grande.
– Los jóvenes parecen aceptarla con más naturalidad.
– Las nuevas generaciones son mucho más pragmáticas y están mirando a la realidad. Traducen energía en prosperidad, en seguridad nacional y en sostenibilidad. Y muchas de las jóvenes generaciones no tienen en su cabeza algunos de los mitos que nosotros, los un poquito menos jóvenes, sí que tenemos.