A un año de haber llegado al poder, el presidente libertario no solo ha domado los precios, sino también a los piqueteros, sindicatos y sectores protegidos por los aranceles
Bernardo Sagastume
Buenos Aires. La historia del nudo gordiano ha llegado desde la antigüedad hasta nuestros días como una metáfora que ilustra el valor de pensar de manera no convencional para resolver problemas en apariencia insolubles. Javier Milei podría haberse convertido en la reencarnación de Alejandro Magno, que cuando llegó a Gordio durante su campaña de conquista y se encontró con el famoso nudo, sacó su espada y lo cortó de un solo golpe. Lo mismo parece haber hecho el presidente argentino con el principal problema que acuciaba al país sudamericano hace un año, la inflación. Su pronunciado descenso, aunque todavía no eliminación, es uno de los grandes éxitos que puede exhibir tras sus primeros doce meses en la Casa Rosada. La espada de Milei, o la motosierra, cortó el nudo de la inflación, que ya no es la primera de las preocupaciones ciudadanas y se ha reducido desde el 25,5% al momento de llegar al poder, a menos del 3% en diciembre pasado. Claro que estamos hablando de cifras mensuales y no anuales, por lo que queda camino por recorrer, pero esta relativa estabilidad de precios da un respiro, especialmente, a los bolsillos más modestos.
Notable es el cambio de expectativas. Una reciente investigación de la consultora Equipo Mide revela que la esperanza es el sentimiento predominante entre los argentinos, alcanzando un 24% de las respuestas, por encima de otros como la incertidumbre, la bronca, la confianza o el miedo. Este dato resulta significativo considerando que el presidente libertario tomó posesión en medio de una de las crisis más profundas que ha atravesado el país, lo que indica un considerable cambio en la percepción colectiva.
Pero esto no se reduce a un resultado de una encuesta, sino que se extiende a los mercados financieros, puesto que los bonos argentinos han experimentado una vigorosa recuperación, al pasar de estar en riesgo de default a cotizar a precios cercanos a su valor nominal. El índice de riesgo país (equivalente a nuestra prima de riesgo) se ha desplomado, desde los 2.400 puntos básicos al momento de ganar las elecciones hasta menos de 600 puntos a finales de 2024. Teniendo en cuenta que el gobierno argentino deberá refinanciar una parte significativa de su deuda en este año 2025, esto da cuenta de unas condiciones del mercado que le son favorables para llevar a cabo esta operación a tasas de interés razonables.
¿Y la calle? Uno de los focos de conflicto que se apuntaban como amenazas era el de las manifestaciones de sindicatos y piqueteros, que ante la disciplina fiscal que buscaría el gobierno no tardarían en salir a cortar carreteras y convocar huelgas generales para oponerse al ejecutivo a través de críticas a sus “políticas de ajuste” y “recortes en derechos sociales”. Sin embargo, el pasado diciembre “ha sido el más tranquilo desde que tengo memoria”, apunta Gabriel Foutel, un pensionista, de vacaciones en el pueblo costero de Mar de las Pampas. El mes navideño ha sido siempre tradicionalmente convulso en materia de protestas callejeras, pero todo eso ha pasado al olvido. Como han pasado al olvido, al menos por ahora, los otrora poderosos sindicatos peronistas, que han quedado desarticulados y descabezados. Una figura como Hugo Moyano, antes capaz de paralizar el país con su sindicato de camioneros, es hoy un inofensivo jubilado. La perspectiva de una reforma laboral con cambios de fondo es hoy más plausible que nunca, al menos en lo que a oposición de las centrales obreras se refiere.
Otro tanto ocurre con los piqueteros y sus grupos de choque, un verdadero ejército de pobres que podía paralizar la actividad de una capital de provincia o hacer colapsar Buenos Aires para reclamar ayudas sociales. Hoy, los llamados “planeros” ya no son un problema de orden público, pero no porque se les haya dejado de pagar los subsidios, sino porque el gobierno ha eliminado el negocio mayorista de repartirlos. Sucede que en las últimas décadas se había consolidado un sistema de intermediarios que manejaban verdaderos portfolios de estos planes, asociados a cientos o miles de personas con certificado de pobreza. Se ha eliminado su poder por dos vías: una fue la entrega directa de estos planes a sus beneficiarios, tras un trabajo de campo para identificarlos y facilitarles una tarjeta bancaria de cobro. La otra ha sido la persecución judicial de los delitos asociados a estos capos piqueteros, que se habían vuelto ricos lucrándose de la industria de la pobreza.
“Eso va a cambiar”
En una Buenos Aires que está pasando el verano más agradable y primaveral de los últimos años, sin los calores agobiantes habituales de enero, la contratación de servicios como los de Uber o Cabify sirve para tener interlocución directa con uno de los grupos sociales que desde más temprano apoyó la emergencia de Javier Milei como líder de opinión primero y como político presidenciable después. Mientras desde la izquierda se los señala con altanería como “precarizados” —lo mismo que sucede en España, donde en nombre de sus derechos se les ha impedido autoemplearse libremente en esta economía intermitente—, los riders defienden un modo de ganarse la vida que quizá no adopten para siempre, pero al que le deben haber podido mejorar sus ingresos y facturar en función de las ganas de trabajar o disponibilidad de tiempo de que dispusieran. “Llevo dos años con las plataformas y estuve en tres distintas. Cada una tiene sus pros y sus contras, pero para mí fue un cambio total en la manera de llevar el pan a mi casa”, dice José Luis, que no conduce un coche sino una moto de baja cilindrada con la que lleva y trae no solo pasajeros sino también pequeños paquetes. Sabe que su cuenta crecerá en función de cuántas horas le eche al día a su trabajo. Todavía no puede aspirar a una moto japonesa y la suya es de fabricación argentina. “Pero eso va a cambiar”, dice con ilusión este joven que podría ser cualquiera de los muchos que han respaldado en las urnas y en las redes sociales el fenómeno Milei. Es consciente de que la apertura comercial va a traer un abaratamiento de los productos importados, que cargan con unas cantidades demenciales de aranceles.
Resulta paradójico que la persona más rica de Argentina sea alguien que haya sido perseguido en su propio país, donde su empresa no puede ofrecer la misma variedad de servicios que en los países vecinos. Marcos Galperín creó Mercado Libre, un sitio web de subastas al estilo eBay que derivó en marketplace, hace más de 25 años y, después de haber superado bloqueos de los camioneros de Hugo Moyano y haber tenido que mudar su sede social a Uruguay, ahora puede ofrecer a los argentinos compras en Estados Unidos. Lo mismo para Amazon, cuya presencia en este mercado era meramente testimonial. La apertura a importaciones puede hacer que la moto japonesa esté más al alcance de José Luis, pero también que las cápsulas de Nespresso se vendan a precios internacionales, ya que hoy se comercian a 9 euros el tubo de diez unidades, casi el triple que en España.
Estas diferencias llamaban la atención hace pocas semanas al Financial Times, que detallaba las diferencias en productos como una freidora de aire Black & Decker, que se consigue por 100 dólares en EE. UU. mientras que en las tiendas de electrodomésticos porteñas no baja de los 289. Inditex, que no ha dejado de tener presencia en el país ni aun en los peores momentos, vende a 75 euros el mismo vestido de Zara que en Madrid cuesta 25. Y con un enorme agravante, que es que el salario medio argentino es menos de un cuarto del estadounidense.
Por supuesto que de este cierre al comercio internacional se beneficia una industria patria muy cómoda en sus privilegios y que no tardará en quejarse por la apertura. Es como si a los aguacateros canarios un día se les obligase a competir, en vez de tener un mercado cautivo al cien por cien para ellos.
El rebote
Para este año 2025 se espera un rebote considerable de la economía, con un crecimiento del PIB que ya se manifestó en el último trimestre del año pasado y que en los doce meses de este podría superar el 6%. Desde el gobierno se confía en que las ventajas competitivas del país se pueden canalizar a través de sectores como la agricultura (sobre la que pesan todavía retenciones, es decir, impuestos a la exportación), la minería, la energía y los servicios tecnológicos.
Pero buena parte de la suerte ya no económica sino política se decidirá en octubre, con unas elecciones de medio término en la que Milei está obligado no solo a ganar sino a aumentar su peso en las cámaras legislativas, donde se las ha visto en figurillas para aprobar sus reformas más importantes. Cuenta con la ventaja de que la oposición no está todavía organizada, después del shock que significó el arrollador triunfo del candidato libertario. Pero el peronismo deberá dirimir si se mantiene bajo la égida de Cristina Kirchner, condenada por corrupción, o si se encolumna detrás de Axel Kicillof, gobernador de la provincia de Buenos Aires, donde está la gran bolsa de votos. Las encuestas le siguen siendo favorables al presidente, que está en un proceso de adhesión o absorción de lo que queda del partido de Mauricio Macri. En el caso de que obtenga una victoria rotunda, podrá ahondar en el sentido de las reformas que Argentina necesita para confirmar a largo plazo el buen camino.