La industria del entretenimiento falla cuando entretiene poco y adoctrina mucho. Es el caso de una de las series españolas del año que ha tenido muy buena crítica. “Celeste” se vende como un “thriller tributario” pero no es más que una mala copia de la historia de Shakira para convertir a una inspectora de Hacienda anodina y envidiosa en heroína del Estado. Muy buenas las interpretaciones y la cinematografía pero la miniserie fracasa en el esfuerzo propagandístico que termina siendo demasiado obvio y, por tanto, poco eficaz.
La protagonista de esta historia que se llama Sara Santano pero bien podría haberse llamado Charo Chárez, es una gris funcionaria a punto de jubilarse que decide trabajar un poco más, siempre y cuando en su despacho haya aire acondicionado, para recuperar 20 millones de euros evadidos por una estrella internacional para el Fisco. Lo de supuestamente nos lo ahorramos porque en todo momento se perfila con maniqueísmo que la cantante, aunque guapa y exitosa, es la mala de la serie. La obsesión de la burócrata es demostrar que esta cantante llamada Celeste ha residido en España al menos 184 días durante el último año fiscal por lo que debe tributar en España. Los creadores de la producción dicen que no se han basado en el caso de la cantante colombiana pero hasta las canciones que utilizan en la ficción bien podrían ser de la intérprete del “Waka Waka”.
Toda historia necesita un viaje del héroe pero en este caso el de nuestra Súper Charo no llega muy lejos. Aunque los guionistas se empeñan en explicarnos que estos funcionarios son los primeros de su promoción y muy brillantes lo cierto es que es difícil empatizar con ella y menos cuando en su obsesión por certificar días de residencia recurre a la intimidación y al abuso de autoridad mostrando su identificación de inspectora de Hacienda como si fuera un agente del FBI. Se agradece la sinceridad porque ya se han conocido demasiados casos en España en los que los inspectores de la Agencia Tributaria han recurrido a prácticas ilegales para imponer multas desproporcionadas a algún que otro contribuyente.
Las motivaciones de esta heroína son tan puras que adolecen de simpleza… y honestidad. Nada se dice de los bonus que reciben los funcionarios de Hacienda que les incentivan a empezar estas inspecciones, especialmente cuando hay tanto dinero en juego. Un mecanismo perverso que les lleva a cargarse la presunción de inocencia de los ciudadanos y tratar de imponer siempre las multas más elevadas. En cambio se insinúa que ella es como Robin Hood porque “roba a los ricos para dárselo a los pobres” olvidando que, literalmente, este justiciero huía de las autoridades escondiéndose en el bosque de Sherwood mientras robaba al recaudador de impuestos -el sheriff de Nottingham- para devolvérselo a los contribuyentes expoliados. En cambio, nuestra Súper Charo acumula trienios y es la autoridad. No es que no tenga nada que ver, es que es la idea opuesta.
Tampoco podía faltar el tópico que asume que por no pagar impuestos en España la cantante está robando a la Sanidad Pública. Como si nuestro sistema fiscal no fuera asfixiante y la recaudación no se perdiera en proyectos y subvenciones cuestionables. Ayudas como las que han recibido, por cierto, otros proyectos cinematográficos en los que ha participado el creador de la serie como es el caso de la película “No controles” que recibió más de 1,3 millones de dinero público y solo fue capaz de recaudar 600 mil euros en la taquilla. Más que defender los servicios públicos se diría que están defendiendo su modo de vida porque sin ese maná que brota de las arcas públicas hacia sus bolsillos tal vez tendría que haberse dedicado a otro oficio.
Cuando el arte y la cultura se ponen al servicio del Estado para legitimar su existencia y su poder pierde su esencia e interés, por eso la serie aburre a pesar de tener pocos capítulos y buena factura. Un producto diseñado para que aplaudamos al recaudador mientras demonizamos al productor, para que justifiquemos un sistema que premia la dependencia y castiga la productividad. El dinero, siempre estará mejor gestionado por quien se lo gana legítimamente que por la Charo que aspira a poseer lo que nunca ha sido capaz de generar pese a los trienios invertidos en acudir a su oficina.