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La destrucción nada creativa del plátano canario

29 de septiembre de 2024
Plátano quemándose
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Cuando el economista austriaco Joseph Schumpeter definió el concepto de destrucción creativa, seguramente, no estaba pensando en el plátano canario. Se refería a un proceso continuo de innovación y cambio económico donde las nuevas ideas, tecnologías y productos destruyen las viejas estructuras y formas de hacer negocios, dando lugar a otras nuevas y más eficientes. Aquí estamos, en cambio, hablando de una destrucción nada creativa. Sucede que pocos productos tienen una identificación tan fuerte con la tierra como el plátano de Canarias. Y esto se explica por toda una tradición isleña, pero también por unas intensas campañas de marketing. Sin embargo, con periodicidad aparecen noticias que dañan su imagen pública y que resultan inexplicables para el ciudadano medio: la destrucción de toneladas de esta fruta, la pica, ante el exceso de producción. O el alto consumo de agua que demanda su cultivo, que en épocas de sequía resulta de difícil defensa si, por otra parte, la fruta acaba siendo destruida.

¿Cómo se llega a esta situación? Cualquier otro proceso productivo suele atender a la demanda y tratar de satisfacerla en la medida justa, sin desperdiciar esfuerzo inversor en el camino. Pero en este caso el cálculo parece tender con frecuencia a acusadas desviaciones entre la cantidad de plátano que demandan aquellos dispuestos a pagar por él y el volumen que se corta y traslada desde las fincas de las Islas. En 2023 se destruyó una producción equivalente al 60 por ciento del plátano consumido por los canarios durante los doce meses del año. Fueron 26 millones de kilos de fruta los “retirados”, frente a los 44 millones que se vendieron en el Archipiélago. En períodos más recientes, durante los meses de agosto y parte de septiembre, se llegó a desechar el 20 por ciento del total de la producción del Archipiélago. ¿Quién decide cuánto y en qué momento se destruirá el plátano que se produce en Canarias? Es un procedimiento en el que intervienen los criterios de la Unión Europea (UE), las peticiones que hacen los productores a través de Asprocan (Asociación de Organizaciones de Productores de Plátanos de Canarias) y el consentimiento que a estas peticiones presta la Consejería de Agricultura del gobierno regional. Se supone que la pica se produce cuando se advierte un descenso de los precios en el mercado peninsular (el único mercado verdadero que tiene, aparte del isleño), de manera de volverlo más escaso y evitar que los precios se hundan más aun.

Sucede también con otros cultivos, de otras latitudes, como el caso de frutas de hueso como la nectarina y los melocotones, que tienen una cuota de retirada para los productores peninsulares. En el caso del plátano, la UE autoriza un tope de cuota de retirada del mercado del 5%, como mecanismo necesario, siempre a juicio de las autoridades comunitarias, para la gestión de crisis y estabilización de los mercados agrarios.

La frecuencia de la pica, que parece con tendencia al alza en tiempos recientes, se vincula a que en los últimos años ha habido un aumento significativo en la producción de plátanos en Canarias, que han llegado a niveles récord. Sin embargo, la demanda no ha crecido al mismo ritmo. Al reducir la oferta, mediante la destrucción de parte de la cosecha, se busca evitar una caída drástica de los precios debido al exceso de oferta. El precio del plátano canario (alrededor de 2,5 euros/kg) es significativamente más alto que el de la banana importada (1,5 euros/kg) en los puntos de venta peninsulares, pero hace apenas cuatro meses se encontraba por encima de los 3 euros e incluso en algunos casos, cuando está envasado, llega a 4,15 €/kg.

Los productores consideran que si los precios caen demasiado, los costes de transporte podrían superar las ganancias de la venta, comprometiendo la rentabilidad del cultivo. Asprocan aplica estas medidas como parte de una estrategia de gestión de crisis aprobada por la Unión Europea para estabilizar las explotaciones y prevenir su endeudamiento, pero cabe recordar que los productores reciben una compensación de 0,30 euros por cada kilo de plátano no comercializado a través del programa POSEI de la Unión Europea.

La primera conclusión que salta a la vista es la vulnerabilidad de este sector de la economía local a las fluctuaciones del mercado peninsular español, que es prácticamente el único destino de los plátanos canarios. Debe tenerse en cuenta que España es el cliente en exclusividad para los plátanos canarios y que los intentos de abrir nuevos mercados han tenido un éxito limitado. No era así en el pasado.

Pérdida de mercados

Hasta mediados del siglo XX, la mayor parte de la producción platanera canaria se destinaba al mercado internacional, siendo Inglaterra, los países escandinavos y otras naciones europeas los principales destinos. Sin embargo, a partir de 1955, la situación comenzó a cambiar, con la Península Ibérica convirtiéndose en el mercado preferente, aunque las exportaciones al extranjero continuaron por algún tiempo. Este giro en la demanda se consolidó a mediados de los años sesenta, cuando las exportaciones hacia los mercados europeos comenzaron a disminuir de manera progresiva. Para principios de los años setenta, los envíos de plátano canario al extranjero ya no eran significativos, lo que llevó a un cambio importante en la orientación de la producción, que ahora se concentraba casi exclusivamente en el mercado peninsular y el consumo local dentro de las Islas Canarias.

Este proceso de transformación en los mercados de destino del plátano canario estuvo influido por varios factores internacionales. Acontecimientos como la Primera Guerra Mundial, la crisis financiera de 1929, la Guerra Civil Española, la Segunda Guerra Mundial y las políticas proteccionistas en países como Francia afectaron las exportaciones. Además, la introducción vigorosa en Europa de la llamada “banana dólar”, un plátano proveniente principalmente de Iberoamérica, también contribuyó a la reducción de las exportaciones canarias. Sin embargo, la principal razón de este cambio fue la creación de una reserva de mercado en España, que ofrecía una estabilidad y acomodo a los productores canarios, disminuyendo así la necesidad de competir en los mercados internacionales. Esto resultó en una orientación casi exclusiva hacia el mercado peninsular, marcando una etapa distinta en la historia de la producción platanera en Canarias.

Es que resulta difícil hablar de rentabilidad en el negocio del plátano sin considerar la incidencia que tienen las políticas públicas en su recorrido de las últimas décadas. ¿Existiría la misma producción de no contar con las ayudas provenientes de los impuestos que pagan otros? ¿Hay una verdadera cultura emprendedora en los plataneros que los lleve a innovar y plantearse nuevos productos o solo responden al retrato habitual de alguien tan condenado como acostumbrado a vivir del dinero que generan los sectores económicos verdaderamente rentables?

El comienzo del esquema actual puede situarse en 1993, cuando la Organización Común de Mercados (OCM) en el sector del plátano implementó un sistema de importación con contingentes arancelarios y ayudas compensatorias para los productores europeos. Tras varias reformas, estas ayudas se integraron en el programa POSEI en 2007, considerado más adecuado para apoyar la producción agrícola en las regiones ultraperiféricas (RUP) de la Unión Europea. El POSEI, con un presupuesto total anual de 653 millones de euros, sustituye algunas medidas de la Política Agrícola Común (PAC), para adaptarse a las necesidades específicas de las RUP. España asigna 141,1 millones de euros anuales para la producción de plátanos en Canarias (más de la mitad del total asignado), mientras que Francia concede 129,1 millones para la de banano de Martinica y Guadalupe, y Portugal 8,6 millones para la de Madeira y Azores. Desde 2007, el nivel de ayuda al sector del plátano se ha mantenido constante, salvo en 2012, cuando se realizó un pago adicional de 40 millones de euros para adaptarse a las nuevas condiciones del mercado de la UE. A pesar de los recortes en la PAC, el POSEI ha conservado su financiación en el marco financiero 2023-2027 y los estados miembros deciden las asignaciones y condiciones de admisibilidad, siendo la pertenencia a una organización de productores un requisito común. La calidad de la producción es un elemento central del programa POSEI en general. Esto es especialmente cierto para el sector del plátano, ya que solo la producción con la IGP “Plátano de Canarias” puede acogerse al POSEI.

La pica climática

Con frecuencia, la destrucción o retirada se justifica también por otros factores, como los vaivenes en las cosechas según toquen temporadas más frescas o más calurosas, más secas o más húmedas. Por ejemplo, el año pasado, que hubo un clima más caluroso que en este, se adelantó la producción, lo que llevó a una sobreoferta y la necesidad de destruir kilos de la fruta más tempranamente.

Pero en esta temporada se ha añadido también un factor antes ausente, o al menos larvado: el cuestionamiento al liderazgo de Asprocan y la representatividad real que tiene de los intereses de los agricultores isleños. La Plataforma por un Precio Justo del Plátano ha mostrado su oposición a la pica indiscriminada de plátanos y es partidaria de que no se autorice sin demostrar que realmente beneficia a los agricultores, ya que argumentan que esta práctica no ha logrado mejorar los precios. Además, acusan a Asprocan gestionar de manera deficiente la comercialización y de opacidad en su gestión y toma de decisiones, especialmente en relación con las picas, que repercute negativamente en la imagen de los plataneros. Incluso cuestionan la legitimidad de Asprocan para tomar decisiones unilaterales sobre el sector, ya que afirman haber descubierto que no aparece registrada oficialmente como asociación, lo que podría impedirle legalmente representar a los agricultores ante las administraciones públicas.

Esta nueva posición acerca de la gestión del cultivo tiene su pata política, ya que Sumar exigirá una respuesta al ministro del ramo, Luis Planas, acerca del desecho de alimentos que implica la práctica de la pica del plátano y si esta “concuerda con los objetivos estatales de reducción del desperdicio alimentario”. En sintonía con la Plataforma por un Precio Justo, el partido de Yolanda Díaz considera que la caída de precios por sobreproducción “ha resultado en el empobrecimiento progresivo del personal agrícola” y que la retirada de millones de kilos del mercado “no ha impedido que los ingresos de las personas agricultoras sigan siendo insuficientes para cubrir los costes de producción”.

El cálculo puede fallar

Ante estos cuestionamientos, surge la pregunta acerca de cómo se determina exactamente el volumen de la pica y si es un método efectivo para los fines declarados. Un estudio de los economistas José Juan Cáceres-Hernández, Gloria Martín Rodríguez, José Ignacio González y Juan Sebastián Nuez Yánez lo pone en duda. Además de proponer un método alternativo para el cálculo de la pica, los investigadores de la Universidad de La Laguna detallan que los niveles de exportación que se consideran óptimos en el momento en que se adopta la decisión de la pica “están condicionados por la predicción de la oferta de banana en el mercado” y que se da por supuesto que el tomador de decisiones (Asprocan) es capaz de predecir con precisión esas cantidades. Las decisiones de pica en la producción platanera “no lograron los efectos deseados en la mayoría de las semanas analizadas” por el estudio, afirman. En esos periodos, las picas representaban una parte considerable de la oferta exportable, y en lugar de aumentar los precios, causaron una reducción del margen de beneficios de aproximadamente un millón de euros, “llegando a superar los tres millones en pérdidas”. En otras semanas, los precios esperados se acercaron a los observados, “pero las picas tampoco mejoraron la rentabilidad”, subrayan. Si bien los autores son cautos a la hora de determinar la capacidad predictiva del modelo alternativo que proponen, puesto que la conveniencia de las picas “no descansa exclusivamente” en la estimación de sus efectos a corto plazo sobre los precios, advierten los defectos del mecanismo actual para calcular la pica, ya que “las únicas decisiones no controvertidas” deberían ser aquellas que conducen a que todos mejoren o que todos empeoren su situación. En cambio, si algunos salen beneficiados y otros perjudicados, entonces la comisión de comercialización de Asprocan debería aplicar algún criterio que permita adoptar la decisión sin que esta sea la que determine ganadores y perdedores.

El plátano canario puede considerarse aún un cultivo rentable, salvo en determinados ejercicios, sostienen los autores del estudio, pero esta rentabilidad “se sostiene en los apoyos públicos”, por lo que en un contexto internacional que lleve a que disfrute de una menor protección en un futuro cercano el esquema de ayudas instaurado en las últimas décadas puede dejar de ser suficiente para su mantenimiento. Aquellos que creen que la voluntad alcanza para solucionar el problema echan de menos una mayor unidad entre los productores y entre las organizaciones que los representan, quizá obviando que no basta solo con ello, sino que también debe existir la competencia entre los plataneros. Las presiones políticas ante el auge de la pica parecen llevar en breve a un intento de nueva regulación de esta actividad económica desde el Gobierno de Canarias.

Probablemente sirva para evitar la imagen de pasividad oficial ante la coyuntura que afronta este cultivo. Pero para lo que difícilmente sirva es para transformarlo en un negocio de verdad rentable, y mucho menos, para mover a la reflexión acerca de hasta cuándo debe insistirse en una actividad económica si no es capaz de sostenerse de otra manera que no sea parasitando a la otra parte de la sociedad