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Las tierras raras, un nuevo fracaso canario

30 de junio de 2024
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Bernardo Sagastume
Los actores son más o menos los mismos de siempre, a los que se une ahora la tragedia del consenso. Porque las fuerzas políticas que en su momento defendieron las prospecciones petrolíferas en Canarias ahora no se atreven a hacer lo mismo con las investigaciones de tierras raras en Fuerteventura y se rinden sin presentar batalla. Es una muestra más de cómo el cálculo político e incluso los intereses meramente personales se imponen a las ideas que en principio deberían defender determinadas formaciones políticas. No importa tanto ahora si Satocan ejerce o no su derecho a investigar en una zona cercana a la capital la presencia de estos minerales, sino más bien preguntarse por qué cada vez que existe la posibilidad de generar riqueza en Canarias de inmediato surge una férrea oposición que consigue bloquear la iniciativa.

Las llamadas tierras raras constituyen un mercado global que se encuentra en un momento de rápido crecimiento, impulsado por la creciente demanda de estos elementos en diversas industrias. Se estima que el volumen de negocio de las tierras raras llegó hasta los 175,03 kilotones en 2024 y se prevé que siga creciendo a una tasa anual compuesta (CAGR) del 4,19% hasta alcanzar los 214,89 kilotones en 2029. Si lo miramos en términos de valor, el mercado de las tierras raras se estima en alrededor de 12.000 millones de dólares en 2024, con un potencial de crecimiento significativo en los próximos años y una alta volatilidad de precios.

Todo esto viene de la mano de algo que todos consumimos, lo mismo que pasaba antaño con el repudiado en Canarias petróleo. Porque todos utilizamos, y de manera creciente, dispositivos electrónicos como teléfonos inteligentes, ordenadores, televisores y otros aparatos con pantallas táctiles y monitores que requieren de estas tierras raras. Del mismo modo, es cada vez mayor la cantidad de vehículos eléctricos, cuyas baterías de iones de litio, que son una parte esencial en su funcionamiento, también contienen tierras raras, como el lantano y el cerio, en sus componentes. Muchas personas deben su vida a estos materiales, ya que son utilizados en aparatos médicos avanzados, como las resonancias magnéticas, los láseres médicos y todo lo vinculado a la imagenología, debido a su capacidad para producir imanes potentes y colores brillantes. También podría decirse que les deben su vida a las tierras raras muchos ucranianos, por su aplicación en defensa, como sucede con los misiles guiados, los sistemas de radar y los equipos de comunicación, ya que estos elementos son especialmente importantes para la fabricación de equipos de alta precisión y resistencia, que son esenciales en operaciones militares y de defensa nacional. Asimismo, son pieza clave para el desarrollo de energías renovables, ya que las turbinas eólicas y los paneles solares utilizan imanes permanentes de alta potencia que requieren tierras raras.

Estamos, entonces, ante un bien muy demandado, de múltiples aplicaciones y en un mercado en el que Canarias y España podrían tener algo que decir en caso de convertirse en productores. Pensemos que el comercio lo domina China actualmente, que controla alrededor del 60% de la producción mundial y el 80% de su procesamiento. Hay empresas en otros países trabajando para aumentar su propia producción de tierras raras, como Estados Unidos, Australia, Canadá y Rusia, en un grupo que no se agota en esa lista.

Europa es cliente principalmente de China, que abastece la mayor parte de la demanda con la producción de la mina de Bayan Obo, en el norte del país. Aunque las concentraciones en Fuerteventura son menores en comparación con esta mina china, se consideran prometedoras y superiores a las de otros yacimientos. Para saber con certeza qué es lo que hay, es necesario que empresas especializadas realicen estudios detallados para evaluar la cantidad y calidad de las tierras raras presentes en la zona. La primera empresa en tomar medidas concretas en este sentido es la citada empresa canaria, Satocan, a través de su filial Tenáridos, que buscará determinar el tamaño del yacimiento y su viabilidad económica. Debe recordarse que hace unos pocos años se miró con expectativa un yacimiento posible de estos minerales en aguas cercanas al Archipiélago, pero la explotación de estos suelos submarinos es de una gran complejidad y contrasta con los de Fuerteventura, donde se calcula que en unos cinco o diez años se podría estar extrayendo este recurso y a un coste considerablemente menor.

Por supuesto, ya existen plataformas de financiación opaca que se oponen a generar este nuevo recurso económico en Canarias. En las semanas recientes han organizado manifestaciones en la isla majorera y disponen de una web donde alertan de los peligros con un énfasis considerable en las posibles externalidades negativas y sin hacer mención alguna a los beneficios económicos. Con la bandera de las siete estrellas verdes por delante, afirman que esperan una “rectificación” por parte de los políticos de “esta decisión tomada por el pueblo, que no va a tolerar más agresiones a la salud y el medio ambiente”. Como se ve, se arrogan una representación que no tienen. El problema no es que lo hagan, ya que está el mundo lleno de personas que se creen Napoleón Bonaparte, sino que la clase política les tenga verdadera pavura.

Así fue como el pleno del Parlamento de Canarias acordó a finales de abril rechazar, con la única excepción de Vox, la extracción de tierras raras en Fuerteventura, en una proposición no de ley que pedía paralizar cualquier tipo de autorización relacionada con los permisos de investigación y prospección. Se da la circunstancia de que la iniciativa también la apoyaron los grupos que respaldan al gobierno canario, pese a que este es quien ha otorgado los permisos. Cabe recordar que los mismos parlamentarios que ahora dicen “no” en octubre del año pasado votaron a favor de otra proposición no de ley en la que se postulaba lo contrario: que Canarias pueda ser “territorio estratégico de la Unión Europea para el suministro de materias primas críticas, que sirven como recursos para el desarrollo de la alta tecnología y las energías renovables”. La iniciativa instaba al gobierno regional a buscar la colaboración con las universidades isleñas para “apoyar los proyectos de investigación sobre los yacimientos de materias primas críticas en las islas, propiciando que se genere un mapa de estos yacimientos de tierras raras, así como de los componentes descubiertos”. Lo cierto es que por esta vez han sido algunos catedráticos los que han puesto algo de cordura.

Sucede que Jorge Méndez, doctor en física por la ULL, fue una de las pocas voces que en público han desmontado los argumentos en contra del estudio de los minerales de las tierras raras y lo hizo con rotundidad. En una entrevista con Evaristo Quintana (Cadena Ser), pidió algo de rigor a la clase política y que no desvirtuasen la realidad. “No se toca siquiera el terreno” en las primeras investigaciones, apuntó. Los sondeos, con una broca de ocho centímetros que extraen apenas unos gramos de roca, como explicó, nada tienen que ver con el escenario apocalíptico que plantean los que se oponen a saber si hay o no este recurso.

Sin embargo, la temerosa clase política canaria ha preferido creer que se cierne un grave peligro para la vida como la conocíamos hasta ahora en Fuerteventura, aunque no sea cierto. Y simular que no saben, o demostrar que no saben, que en caso de que hubiese una explotación minera debería someterse a la legislación más restrictiva del mundo en esta materia, que es la europea. Cualquier empresa que tuviera en sus manos la explotación, además, debería tramitar hasta cien permisos diferentes. Eso siempre y cuando tenga la paciencia y templanza necesaria para luchar contra la máquina de impedir canaria, que se pondría en marcha a pleno funcionamiento, como lo demuestra de manera cada vez más frecuente sin que nadie de los responsables públicos parezca tener la determinación necesaria para poner algo de cordura.